La sociedad dejó de caminar, o lo hace menos. Eso me parece, pero quizás esté equivocado. Pondré un sencillo ejemplo de lo que veo a mi alrededor para ilustrarlo, aunque repito, puede ser que mi caso sea aislado… pero me temo que no.
Los autobuses escolares son una gran ayuda para muchas familias que viven lejos de los centros educativos. Comprendo que quienes se tienen que desplazar de un municipio a otro para ir al colegio o el instituto hagan uso de este servicio, o incluso cuando dentro de una misma ciudad o pueblo, se tengan que desplazar de una punta a la otra de esa localidad. Ahora bien, ¿qué entendemos por lejos?
Aprovechar esos autobuses cuando apenas se encuentra el colegio a un kilómetro (o dos a lo sumo), y se dispone de aceras, semáforos y todas las medidas adecuadas para ir caminando, me parece un error, porque se está “acomodando” a esos jóvenes a una vida que ya de por sí es suficientemente sedentaria. Por supuesto, cuando me refiero a esos autobuses también incluyo el “servicio de taxi” que ejercen madres/padres con su vehículo privado (incluso en aquellos sitios donde funciona perfectamente el transporte público, por cierto), dejando y recogiendo a sus hijos en la misma puerta de colegios, academias, polideportivos y demás lugares a los que se tengan que desplazar.
Supongo que no debería hacer falta escribir aquí cuales son los beneficios de caminar, pero por si alguien los olvidó, además de los relativos al ámbito físico (control de peso, prevención de enfermedades, mejora de la salud cardiovascular, etc.), también los tenemos relacionados con la salud mental mejorando el estado de ánimo y la función cognitiva, por no hablar de la ayuda a la socialización que implica caminar por la calle con amigos y junto al resto de la gente.
Muchos padres o madres ejercen de “taxistas” también porque sus hijos están saturados de actividades extraescolares (recuerden, tal vez menos es más), movidos por una comodidad mal entendida (a mi juicio), y también por un exceso de control/preocupación, que hace que no se les deje caminar a su aire, actividad más que saludable, repito, física, mental y socialmente.
Disculpen que haga aquí un inciso sobre la saturación de actividades, que a lo mejor habría que preguntarse si no es que la educación está tan mal gestionada, que hace necesario añadir multitud de actividades como idiomas, deportes, música y otras artes, a lo que sumar clases de refuerzo, porque el currículo académico y su desarrollo es lamentable. Que si todas (o la mayoría) de las familias consideran que el inglés, el deporte, la música, etc. son actividades fundamentales para el futuro de sus hijos, ¿por que no se les da más tiempo y valor durante la educación obligatoria? Por ejemplo, si el inglés se estudiara bien, con rigor, tiempo y exigencia durante la etapa escolar, a lo mejor luego no sería tan necesario acudir a una academia más que en casos puntuales.
Volviendo a la reflexión que se hizo este mes de septiembre sobre el menos es más, cierro haciendo hincapié que a lo mejor no es necesario entrenar tanto ni jugar tantos partidos, que se debe jugar en la calle, y que no hay necesidad de ir corriendo de una actividad a otra, que no pasa nada por caminar, y hasta podemos aburrirnos en algunos tiempos muertos, que divagar también es muy sano.
Una queja habitual entre los entrenadores más veteranos del baloncesto de formación es que a los jóvenes de ahora les falta el desparpajo y la picardía que se ganaba jugando en las canchas de barrio o en el patio del colegio, es decir, por libre. Con diferentes espacios y fuera de las reglas sistemáticas propias de entrenamientos y partidos de cualquier club.
No sé si antes se jugaba tanto fuera de las horas de entrenamiento habituales como creemos o es mera nostalgia romántica, pero si parece claro que si nos damos una vuelta por pistas de cualquier ciudad o pueblo, día sí y día también, cuesta ver jugar a alguien “a su bola” que no tenga menos de veinte años (siendo generoso). ¿De quién es la culpa? ¿Qué podemos hacer?
Seguramente sean muchas las causas de esa “dejadez”. Los tiempos cambian y los hábitos de ocio son otros, la oferta es tan amplia que el esfuerzo que conlleva la actividad deportiva no es para todos. Y si a eso añadimos las comodidades que facilitan las familias, la falta de espacios para jugar, y el número de horas de entrenamiento, que para los entrenadores siempre son pocas, pero que me parece que son demasiadas (exceso de profesionalización), entonces el cóctel ya está servido.
¿Qué podemos hacer los entrenadores para recuperar ese juego libre? Aquí va una sencilla propuesta. Reservar un espacio de cada entrenamiento para él. Menos quejas porque ya no existe y más dedicar aunque sea diez o quince minutos en cada entrenamiento para que las chicas y chicos jueguen de “manera distinta” a como luego lo harán en los partidos de competición. A su aire, creando esas “burbujas” los jóvenes se pueden “oxigenar” un poco, jugar de otra manera, y quien sabe, lo mismo contribuimos a que luego quieran continuar con ese tipo de juego fuera de los entrenamientos.
Otra vez, menos es más. ¿Dejarán de ser grandes tiradores los chavales que tiren quince minutos menos en cada entrenamiento por hacer un juego libre? No creo. Y, sin embargo, seguro que se gana en diversión y en otros detalles de técnica y táctica individual que serán positivos en su crecimiento deportivo.
Y continuando con esa idea de menos es más, ¿cuándo empezó ese “boom” entre los equipos de formación por empezar antes las pretemporadas? ¿Por qué se tienen que parecer a las que realizan los equipos profesionales? ¿Es necesario que chavales de 11 años jueguen dos torneos y varios amistosos más antes de empezar la competición oficial? Ahora raros son los equipos de formación que no empiezan a mediados o finales de agosto, que si por algunos fuera, no habría ni postemporada ni pretemporada. Que todo fuera un continuo non-stop. Luego querremos que los chavales jueguen también en las pistas de su barrio. Y qué más.
La Federación Española de Baloncesto está de enhorabuena. A las selecciones de base les fue, como casi siempre, más que bien este verano, especialmente en el femenino, con un triple oro europeo en U16, U18 y U20, éxitos a los que sumar la medalla de bronce mundialista de la U19, y el oro masculino de la U18 después de una épica remontada en la final.
Ni que decir tiene que como aficionado, aunque mi seguimiento fue esporádico mirando sólo algunos partidos, se tiene un cierto orgullo al ver la competitividad de los equipos españoles. Sin embargo, la pregunta que me planteo es: ¿son necesarios este tipo de torneos a edades tan tempranas?
Y con esas edades me refiero sobre todo desde la categoría U18 para abajo, pues entiendo que las selecciones U19 y U20 están formadas por una élite que juega en universidades americanas o que van haciendo sus primeros pasos en el baloncesto sénior, y para quienes estos torneos son una continuidad camino de su etapa profesional.
Por supuesto, no puedo obviar en esta reflexión algunos argumentos evidentes a favor de este tipo de campeonatos:
1) Quienes participan ganan otra experiencia más en su desarrollo competitivo.
2) Los partidos les permiten evaluar su nivel respecto de los mejores de otras latitudes continentales o mundiales.
3) Compartir entrenamientos con las mejores jugadoras o jugadores de su edad pueden ser otro punto a favor para su evolución técnica y táctica...
...aunque me temo que esa parte es mínima, pues se tratan de equipos de rendimiento, y cuyo objetivo en la cúspide de su planificación es ganar y ganar para conseguir el mejor puesto posible. Y ganar es una aspiración lógica (siempre se juega para ganar), pero en estos casos la formación entendida como algo más amplio y completo queda para el trabajo que realizan los clubes en los que juegan sus integrantes, razón por la que las llame selecciones de base y no de formación.
Así la mayor sombra que me hace dudar sobre la idoneidad de estos torneos está en la temprana “profesionalización” de jóvenes que realizan concentraciones y viven una experiencia como la de una selección absoluta (con atención a los medios de comunicación incluida), insisto, especialmente desde U18 para abajo, y que puede “quemarlos” antes de tiempo.
Las campeonas del #U16EuroBasket llegan mañana domingo a Madrid 🛬
La #U16F 🇪🇸 atenderá a los medios a su llegada a la T1 del Aeropuerto de #Madrid (11:25h)#SomosEquipo
Y es que el tute que se meten estos jóvenes deportistas con entrenamientos y partidos continuos (amistosos, ligas, campeonatos de España autonómicos, de clubes, etc.) es notable y exigente hasta el punto que no podemos olvidar que para quienes destacan desde bien pronto, pueden encadenar competiciones desde los 14 años (y antes) hasta los 18, con todos los veranos “ocupados”. Y a la larga eso puede pasar factura.
Este verano hemos asistido a la temprana retirada de Álex Abrines (31 años) y aunque no sabemos las razones exactas, y seguro que son varias (familiares, profesionales, de salud, etc.), algo me dice que el desgaste puede ser otra de ellas, como quedó claro en su carta de despedida de la afición culé cuando dijo haber “quemado etapas muy deprisa”.
También Ricky Rubio, aunque volverá a jugar este curso, dejó claro en algunas intervenciones públicas que una exigencia excesiva a edades tempranas puede ser contraproducente. Y estos dos son casos conocidos, pero cuántos ocurren entre quienes no llegan al profesionalismo y que no conocemos… ¿Para qué tanta prisa y tanto ajetreo?
Las exigencias del baloncesto del mejor nivel son muy altas, pero los excesos se pueden pagar, y quizás sería mejor reducir entrenamientos, y sobre todo, partidos y campeonatos, especialmente a edades tempranas. Menos es más, y aunque luego tengamos ejemplos de gente que echa horas como si no hubiese un mañana, y a quienes les “sale bien” o eso parece, algo me dice que son excepciones que confirman la regla.
Y recordemos que el baloncesto de selecciones de base no deja de ser la expresión de la excelencia en cada categoría, pero más allá de otra docena de jugadoras y jugadores de cada edad que rondan esa élite, la mayoría está lejos de ese estadio. Y por lo tanto, estos resultados que para muchos puede ser un barómetro del estado del baloncesto español, cuidado, porque insisto, la mayoría está lejos, y me refiero a quienes forman parte de clubes de colegios, barrios y pequeñas localidades. Y no olvidemos que esta mayoría sí son parte muy importante de la salud de nuestro deporte, pues de ella saldrán aficionados, futuros entrenadores, árbitros, gestores y demás eslabones esenciales para mantener y hacer crecer el baloncesto.
Nueva temporada de BA-LON-CES-TO que inicia curso 2025-2026 haciendo una breve reflexión de presentación sobre el principio del “menos es más”, y que tendrá continuación a lo largo de este mes de septiembre con su relación con el baloncesto y alrededores.
Vivimos en un mundo que desde hace demasiado tiempo ensalza la productividad. Cuanto más, mejor. ¿Qué entrenador no querría disponer de tres días a la semana para entrenar en lugar de dos? ¿Y cuatro en vez de tres? Nunca es suficiente.
Siempre hay que estar haciendo algo porque sino se está perdiendo el tiempo. Y con esa idea en mente, y dado que todas las madres y padres amparados por su natural querencia por darles lo mejor a sus hijos, pues que estos hagan siete actividades extraescolares a la semana: judo, natación, fútbol, pintura, inglés o chino (o ambos), piano o guitarra (o los dos) y teatro, en lugar de dos o tres. Eso sí, pisar la calle, cuanto menos, mejor.
Al cuanto más, mejor, se le suma la falta de paciencia, así que cuanto antes, mejor también. Un aprendizaje es un proceso que debe respetar unos tiempos. Ahora da igual. Así la tendencia es adelantar etapas de la vida de tal manera que los niños dejan de serlo demasiado pronto, o eso quieren (o parece) cuando en muchos casos se les trata como adultos en miniatura.
Algunos equipos de formación son entrenados como si fueran de rendimiento dedicando más tiempo a la táctica que a la técnica porque se quiere ganar partidos cuanto antes, sin entender que hay que perseverar en los fundamentos que serán la base del juego en el futuro. Y así pasa, que a veces se va tan rápido que vemos equipos de adultos que juegan como niños, y equipos de jóvenes que juegan como adultos. El mundo al revés.
Seguro que la inmediatez que genera la conectividad de las ya no tan nuevas tecnologías, estimulan esa impaciencia y esa necesidad de estar al día continuamente porque de lo contrario parece que te quedas desfasado. Todos necesitamos el último modelo de “smartphone”, hay que ver todas las series que están de moda, y si puede ser de una sentada, genial. Por cierto, lo de ver un partido de baloncesto... bueno, ya si eso, con los “highlights” nos llega.
En cualquier caso, el “menos es más” viene a sugerir que podemos reducir ese ajetreo y la acumulación de la vida actual a la sencillez de lo esencial para simplificar nuestro día a día, de tal manera que lejos de la novedad permanente y del exceso de velocidad, podamos reflexionar y profundizar sobre lo que verdaderamente es importante, y pasar por la vida, y no que la vida pase por nosotros.
¿Vamos demasiado deprisa o el ritmo actual está bien? ¿Eres del club de los que “abarcan mucho pero aprietan poco” o prefieres tomártelo con calma e ir poco a poco?
La noticia del año este curso baloncestista es la “huida” de talento joven al baloncesto universitario estadounidense (NCAA) aprovechando que a la experiencia educativa e idiomática se suma que ahora los jugadores sí pueden cobrar contratos que difícil parangón tendrían en el baloncesto español y europeo. Supongo que el debate que este panorama abre para el baloncesto FIBA obligará a mejorar las consideraciones deportivas y económicas de los jugadores jóvenes.
Sin embargo, los responsables de la afición y crecimiento deportivo de esos jóvenes, los entrenadores de formación, siempre trabajan bajo condiciones muy precarias desde hace décadas… y nadie se rasga las vestiduras por ello. Así que una vez más como se hizo en otras ocasiones, ahora que acaba el curso para BA-LON-CES-TO, volvemos a reclamar sobre la necesidad de mejorar su situación laboral.
No me cansaré de decir que 3 de cada 4 entrenadores (y seguramente me quede corto) no realiza su labor en el baloncesto profesional (y seguro que esto pasa igual en la mayoría de deportes), pero de su trabajo depende mucho tanto la afición de los jóvenes en sus inicios deportivos, como también el posterior desarrollo que luego les llevará a la élite deportiva aunque eso ocurra sólo en contados casos. Sin olvidar de la importancia de su labor educativa creando hábitos que van a suponer mejorar la salud de nuestra sociedad, por no hablar de que esos jóvenes serán la futura base de la afición deportiva.
Hace unos días, el entrenador de balonmano, Juan Antonio García Herrero, autor de notables libros sobre entrenamiento y gestión deportiva, publicaba el siguiente tuit:
Conocedor de las circunstancias que rodean el trabajo de los entrenadores de formación, no se pueden condensar en menos palabras las exigencias que reciben estos entrenadores a cambio de muy poco.
¿Son conscientes las autoridades deportivas de esta situación? Seguro que sí. Hacen algo para mejorarla. Me temo que poco por no decir nada. ¿Cómo puede ser que la estructura del deporte esté sujeto con pinzas y nadie haga nada?
Vuelvo a insistir otra vez: ¿Qué pasaría si todos los entrenadores se plantan y van a una huelga que paralice la actividad deportiva de formación? Los efectos sociales serían tremendos, pero hace falta además de valor para llevar a cabo esa medida de fuerza, la unión de los entrenadores que necesita de una representación real a cargo de sus asociaciones. Y para conseguir todo esto, sin duda haría falta “hacer ruido” a través de los medios de comunicación.
Por ejemplo, el programa radiofónico decano del baloncesto español, dirigido por José Manuel Puertas, es “Tirando a Fallar”. Y llegada la época estival es habitual que realice alguna emisión especial con la entrevista a una figura histórica de nuestro deporte. ¿Por qué no hacer algún monográfico para reivindicar la mejora de esta situación de los entrenadores de formación?
Si de decanos hablamos dentro de la información baloncestística, no podemos dejar de mencionar a la revista “Gigantes del Basket”. ¿Para cuándo un reportaje sobre este tema? Tal vez con el ruido que se pueda generar desde los medios ayude al debate, y, sobre todo, a que los gestores del deporte se preocupen por mejorar la situación de los entrenadores de base del deporte.